Un día en la Sierra madrileña.
Caminos y senderos se abren zigzagueantes bajo un sol abrasador cuando
llega a la hora punta del día, ya ha finalizado oficialmente el verano y al
astro rey cada vez le cuesta más ir encendiéndose
por las mañanas. Pronto el otoño cubrirá con su amplia gama
de colores ocres estos bosques de la Sierra madrileña, balanceándose caerán las
caducas hojas de las ramas de los árboles creando crujientes alfombras de
tonalidad anaranjada. Grillos y cigarras ya no ofrecen conciertos al abierto,
ni de día ni de noche, se han ido con la música a otra parte hasta el próximo
verano. Sombras bien marcadas y delineadas bajo un cielo azul acompañan a los
caminantes. Rayos solares atraviesan arboledas que bordean rutas para
montañeros. La Fuente de la Caña aplaca la sed con una fresquísima agua que
brota de manantiales limpios y libres de la contaminación de la ciudad.
Un otoño aún recién nacido nos
deja un caluroso día, ayudado por los últimos coletazos de un verano de altas
temperaturas, pero nos recuerda con el silbido del viento templado que no
tardará mucho en desnudar a la vegetación, dejando campos, bosques y alamedas
despojados del verde estival, pintándolo todo de amarillentos, ocres y
anaranjados tapices.
M.L.
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