PARAÍSO EN EL INFIERNO PARTE I





A veces es una cría, otras un demonio, otras un ángel, pero sobre todo y ante todo es una adicta a las emociones de la vida terrenal. Tiene mucho peligro, lo sabe ella y lo saben todos los que la rodean, parientes, amigos y amigas, hasta desconocidos que no saben cómo reaccionar ante su mirada y sus gestos con un toque intimidatorio. Así es Clara, como su propio nombre indica, transparente; aunque tenga una imagen capciosa debido a sus múltiples personalidades, levantisca, dúctil, es una montaña rusa en una sociedad que enarbola felicidad, sonrisas, solidaridad, linealidad, todo aquello que está bien visto, pero pobre sociedad, está hendida por la bayoneta del desdoro.
Clara quiere vivir sus emociones sin que nada ni nadie se las frene, es una especie de Amélie Pouline, una adicta a los placeres que pasan inadvertidos ante otros seres que necesitan que su adrenalina se dispare, como por ejemplo tirándose por un puente sujetos a unos arneses. Clara piensa, que eso que se denomina “puénting” es una gran estupidez puesto que la vida nos pone en bandeja simples goces que sólo hay que saber apreciarlos y sentirlos. Clara observa no mira, Clara intuye no supone, Clara es emocionalmente muy intensa por eso no necesita lo que otros para que su adrenalina tenga un subidón.

Una noche, Clara, se sintió intrigada por entrar en el infierno, para ver si realmente, aquello era más placentero que ver peces de colores bajo las aguas del mediterráneo. Llegó a las puertas del averno acompañada de otra persona que era muy similar a ella, quizás esto le dio confianza. Nada más entrar había una señorita o señora, poco importa su estado civil, que les pidió cincuenta pavos por adentrarse en el mundo de las tinieblas. Clara siempre había pensado que en el infierno hacía calor, pero ¡cachis! los diablos también deben de sufrir pobreza energética porque la temperatura no era muy calentita. Había muy pocos demonios aún, viven bien entrada la madrugada y la luz del día les hace daño a las pupilas.
Clara estaba fascinada; la oscuridad iluminada de forma intermitente por luces que no eran precisamente las que adornan las calles en Navidad, le divertía ver gente variopinta, lo que Clara vivió después fue una tragicomedia, risas, llanto, diversión, perplejidad…en el siguiente capítulo veréis cómo Clara se lo pasó en aquel paradisíaco infierno. (CONTINUARÁ).

M.L.P.

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