LA DESPEDIDA


El regreso fue trágico para mi, la noche fue larga, te conectaste a unos cascos enchufados a una emisora de radio y al sopor de un somnífero, los aullidos del perro rebotaban en las paredes que golpeaban mi insomne quietud. Veía el final en el oscuro túnel de una noche en la que las sábanas se enredaban como en todas las noches.  Al final el sueño me venció pocas horas antes de tener que afrontar una despedida. Mi querido amigo que no dejó de ulular en toda la noche, no se apartaba de mi lado, sollozaba lágrimas encerradas en su espíritu animal. Salí por la puerta con un tremendo dolor en el pecho, sabiendo que el futuro estaría hecho de unas ausencias que serían los restos mortales del cadáver de unas presencias. Decidimos ir andando hasta la estación de autobuses, aprovechando que había aún tiempo y así nos ahorraríamos los siete pavos del taxi, que en aquella situación eran como siete monedas de oro, suponiendo que este metal precioso de color amarillo se siga cotizando al alza. Nos tomamos un café enfrente de la estación de autobuses, te quitaste el sombrero y se apreciaban unas gotas de sudor en tu frente, desconcierto en tu mirada, cansancio en tu corazón al que se le apagó una parte por haber funcionado demasiado rápido en poco tiempo. Llegamos al andén donde me esperaba el medio de transporte que me llevaría hasta el aeropuerto. Metiste mis maletas en la parte de abajo y esperaste unos minutos mientras yo estaba sentada en el asiento que escogí, en la parte delantera. Después me saludaste, mi mirada te siguió hasta que doblaste la esquina con tu mochila negra colgada de la espalda, siendo consciente de que mis crisis existenciales harían de tu presencia un espectro en el futuro, un fantasmagórico espectro.

M.L.

Comentarios

Entradas populares