QUIERO VIVIR, QUIERO SENTIR


Sus palabras sonaron tan frías dentro de su seca y áspera tonalidad de voz como el clima de su tierra, óptima para curar jamones pero letal para la cálida sensibilidad. Se saludaron en el exterior de la puerta del bar donde habían tomado un café con leche, había dejado de nevar pero tanto aquel último adiós como la sensación térmica creaban una situación heladora. 
A veces parece que es el destino el que nos pone ante experiencias duras, pero otras veces somos nosotros los que las buscamos hasta que damos con ellas, sobre todo porque hemos aprendido a dañarnos, a sacrificarnos como mártires o a flagelarnos como el más ferviente seguidor de la Pasión Viviente en Semana Santa. 
¿Hay alguien que quiera vivir? vivir es llorar, reír, comer, beber, tener sexo, amistades, pero ¡ojo! las amistades y el sexo como el vino, poco y de calidad, esto no es para siempre, el viaje se acaba como en las barracas, y cuando te tienes que bajar lo mejor es que el último latido del corazón deje perfume de felicidad, de libertad, de vida. Ya se encarga la desconocida eternidad de marchitarla como el invierno hace con las alegres y primaverales margaritas. 


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