EL PARQUE


He tardado un poco en comenzar a publicar posts en el recién estrenado 2016, no hay nada peor que caer en pasmosas sensaciones, producidas tal vez por la tediosa inactividad. 
Somos seres activos, no estamos hechos para sumergirnos en nuestro interior por falta de estímulos externos. 

EL PARQUE

Un parque es un camino de asfalto que serpentea entre una alfombra de secas hojas otoñales y rodeado de árboles que dejan pasar a través de sus desnudas ramas rayos del tímido sol de enero. El astro rey no calienta en esta época del año, apenas rutila, origina lóbregas y húmedas sombras creando formas que nos acompañan de manera discreta, casi fantasmagórica. 
El parque asiste inconcuso al resuello de una chica que corre para mantener su físico en sanas condiciones, a los pasos de una pareja de ancianos que caminan con la lentitud que marca el ritmo del paso del tiempo cogidos del brazo. 
El parque es un lugar de acogida, esté donde esté, el parque musita siempre a sus visitantes un aire de amenidad, de libertad, de silfo romanticismo que cobija desconocidos que tienen en común un paseo, cultura, costumbres, afinidades escondidas por un destino cruel, no olvidemos que desde que nacemos el destino es inexorablemente cruel.
El parque de todas formas, siempre es el mismo, aquí o allí, en cualquier parte del mundo, el parque es el correteo de un niño que se desahoga  bajo la atenta mirada de unos padres protectores. 
El parque es la adolescente que sale del colegio para reencontrarse con ese chico que al inicio le hace revolotear las hormonas como si fueran mariposas en su estómago; porque todo tiene un inicio, un proceso y un final, como la metamorfosis que sufren las mariposas, de miseros gusanos a bellas aterciopeladas y coloridas alevillas.
El parque es una pareja de dos extraños conocidos, consolidados cada uno en su propia vida que por causalidad o casualidad  se desean por la química de la atracción.



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