EMPEZANDO A CAMINAR



Cuando los niños son pequeños necesitan interiorizar el mundo exterior de una manera que para ellos sea comprensible, puesto que no pueden entender, debido a su corta edad, conceptos demasiado complejos. Por este motivo, el lenguaje que utilizamos para comunicarnos con los más pequeños es simple, directo, concreto. Poco a poco se van familiarizando con la fonética y repiten, ensayan una y otra vez las palabras que les enseñamos, que normalmente son las más básicas y fundamentales para la supervivencia: agua, carne, pan, bibe (biberón), jugar, abajo, venga, ¿quieres? etc...
Cuando comienzan a andar es como si estuviesen caminando sobre la luna, los brazos extendidos, siempre en guardia por si hubiera que agarrarse a algo, aunque casi es preferible la caída, agarrarse sería hacer trampas y eso no vale, una vez que se empieza a andar, hay que asumir el primer porrazo como parte del aprendizaje. Los ojos bien abiertos, eso sí, el bebé no se puede permitir ni un sólo segundo de su lunática aventura. Los pasos, inestables pero decididos, como si en cualquier momento un pie fuese a fallar simplemente por la emoción desbordada del momento.
Un niño requiere de un cuidado continuado, no se puede hacer fiesta ni huelga, hay que estar siempre al pie del cañón detrás de su paulatino crecimiento y aprendizaje. Es un sacrificio, por supuesto, pero también es una vivencia que genera mucha satisfacción personal. Saber que una persona aprehende gracias a ti, no tiene precio, pero sí premio, un amor incondicional para toda la vida. 


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