INTELIGENCIA EMOCIONAL



Controlar las emociones es eficaz, aunque sea aburrido, pero es necesario para una pacífica convivencia con los demás y para estar en paz con uno mismo, aunque es en esos momentos de desequilibrio emocional cuando se hace más fácil decidirse, elegir. Es tremendo tener que quedarse con una opción u otra cuando la maldita duda está ahí haciendo sombra a la decisión. No hay nada seguro en el segundo siguiente al presente por tanto, constantemente tenemos que decidir, desde primera hora de la mañana. Del mismo modo, pienso que no hay personas más seguras de sí mismas que otras, sino que hay personas más equilibradas mentalmente que otras, más capaces o menos de controlar sus sentimientos más primarios. Nadie tiene la seguridad de nada, ni siquiera yo estoy segura de estar escribiendo estas palabras, no lo sé realmente, sólo lo puedo pensar, pero saber y pensar no significan lo mismo. Se pueden pensar cosas que no se saben y se pueden saber cosas que no se piensan. 
Cuando el toro sale a la plaza, dejando caer su baba en la arena, sus ojos miran desafiantes a su alrededor porque está desubicado, pero su decisión es tajante, corre, da vueltas, embiste el capote o el burladero, a veces se para y observa con mirada crítica, pero se decide. Si el toro tuviese sus emociones condicionadas por su inteligencia, es decir, si fuera emocionalmente inteligente ¿cuál sería su reacción?, ¿se quedaría quieto esperando a que le mataran?, ¿no lucharía por vivir?. No me interesa el mundo taurino, pero sí las reacciones del animal ante la adversidad, quizás sea un mal ejemplo porque se desvía la atención hacia otro tema muy popular, pero que no me interesa. 

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