ADIÓS NIÑOS
Después de la trágica masacre que nos llega en forma de escalofriante noticia desde los Estados Unidos, me viene a la mente esta canción de Paola Turci, "Bambini".
Un niño armado es un niño infeliz que puede provocar una matanza de personas indefensas. Un niño armado es un ser sin libertad que intenta defenderse de su propio fatal miedo. Un niño jamás debería ir armado en un contexto social estructurado de forma que las personas puedan ejercer sus libertades, derechos y obligaciones sin tener que temer a sucesos que huyen de lo humano. Un niño armado ante todo dejar de ser persona para convertirse en un monstruo como salido de una película del género "gore". Un niño armado es un niño que lo tiene todo y no tiene nada, que no se cansa nunca y que su odio encerrado no debería salir en forma de bala.
Una masacre como la producida ayer por Adam Lanza en el americano Estado de Connecticut no pertenece al género humano. La persona que lo hizo dejó de serlo en el momento en el que decidió armarse y disfrazarse de monstruo.
La masacre de ayer es un grupo de niños aterrados ante la presencia en su escuela de la peor de las existencias: dejar de ser persona. La masacre de ayer es una muchedumbre de criaturas que corrían en una situación surrealista a esconderse tras de unas madres que por motivos de tiempo y espacio no estaban allí, como los polluelos, cuando se espantan lo hacen bajo la clueca. Sólo eran indefensos niños, sólo corrían, simplemente querían huir de aquel diabólico escenario porque estaban espantados. La masacre de ayer ya ha dejado su huella en la historia de la humanidad, como ya lo han hecho otras en anteriores ocasiones y como todas las masacres entierran vidas indefensas en la oscuridad del vacío existencial.
Ni desde la filosofía, ni el arte, ni la literatura, ni la psicología, ni el carácter de un pueblo se pueden llegar a comprender hechos tan espeluznantes, sencillamente, porque ya no hablamos de algo amoral, ya no hablamos de unas normas que han sigo vulneradas, hablamos de dejar de ser personas. En este caso el autor de la masacre es a la vez criminal, juez, testigo y culpable. Es un niño-hombre embrutecido por la habilidad y el sadismo de la trampa, es un niño-hombre con la inteligencia muerta. No se puede comprender lo que se le pasó por la cabeza el viernes 14 de diciembre de 2012, quizás quería adquirir una segunda naturaleza más excitable que la primera, pero que, indefectiblemente no entra dentro de la categoría de persona.
Adiós niños, adiós a todos a los que ayer se fueron unos días antes de la blanca Navidad, vidas truncadas cuando aún no tocaba, vidas arrancadas de otras vidas que padecerán el desgarrador dolor de perder a un ser querido de la manera más brutal.
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