LA TIERRA


En esta época del año me gusta caminar bajo el sol otoñal, sintiendo mi piel acariciada por una cálida y suave brisa. Miro al planeta Sol que ya se va desvaneciendo  en el horizonte y la claridad diurna da paso a la oscuridad, donde se confunden las identidades y se van velando los detalles percibidos a plena luz del día.
Observo la puesta de sol con una actitud que es a la vez de paciencia y escepticismo, me gusta la quietud de la noche, contemplar con sigilosa mirada cómo las lámparas alumbran la vida cotidiana de los mortales, pero también me parece increíble que 
la Tierra aún no se haya cansado de dar vueltas y vueltas alrededor del sol. Todos los días igual. El mundo es como un muchacho al que le sobra tanta energía que no sabe qué hacer con ella, y en definitiva aún no tiene identidad. Nos puede parecer inexorable, indefectible e inefable, pero sencillamente es alucinante.

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